Te voy a pedir, querido lector, que nos traslademos a la España del siglo VIII. En particular, que nos vayamos a Córdoba.
Por entonces comenzó la construcción de su famosa Mezquita. Todos conservamos en la retina el bosque de columnas que soportan dobles arcos: los de arriba, de medio punto, para sostener la techumbre y los de abajo, de herradura, para arriostrar las esbeltas columnas. Tras la impresión estética que causa el escenario, una observación más pausada permite descubrir un hecho interesante: cada columna parece diferente a las demás. Las hay de granito, de jaspe, de mármol en diferentes colores, más gruesas, más esbeltas, con notorios capiteles, sin ellos, con suplementos en la basa para para igualar su altura a la de las compañeras..., casi cualquier variante imaginable está allí.

Ya conocerás, querido lector, el motivo de esta bella irregularidad: el edificio se construyó reutilizando materiales de templos romanos y visigodos, uno de ellos el que se alzaba en su mismo lugar. ¿Por qué motivo esquilmaron obras anteriores para erigir el nuevo edificio? Principalmente por motivos económicos y de disponibilidad de materiales. En primer lugar, el origen de aquellas columnas y piedras ornamentales podía ser muy lejano, mayormente en las obras romanas, es decir, las canteras de dónde procedían no estaban cerca, pero sobre todo resultaba más económico adaptar una pieza que tallarla a partir de cero. Así que “se apuntaron al reciclado”.

Es solamente un ejemplo. En la Edad Media fue práctica habitual utilizar como cantera edificios antiguos e incluso calzadas, la versión romana de nuestras autopistas, cuya función vertebradora del territorio, dicho sea de paso, tampoco se ha inventado en nuestros días. Resultó que la idea de utilizar edificios y obras de ingeniería anteriores como canteras de material les permitió construir sus proyectos, aunque hoy, con otra sensibilidad muy distinta sobre el patrimonio cultural, no podamos aprobar el expolio que aquello supuso.

Volvamos a nuestros días o, mejor dicho, a nuestro día. La Universidad Politécnica de Madrid es una de las entidades que intervienen en el Proyecto REPARA 2.0. Entre otras tareas participa en el reciclado in situ en frío de pavimentos asfálticos. Esta técnica consiste en la reutilización del material de un pavimento asfáltico de carretera, cuando ha llegado a su final, como materia prima de uno nuevo que lo reemplazará, trabajando además a temperatura ambiente, sin consumir combustible en transporte y sin generar nuevos vertederos.

La idea de reaprovechar materiales de construcción no es nueva, como hemos visto. La de reciclar firmes asfálticos tampoco lo es, tiene varias décadas. Sin embargo, quedan cabos por atar.

El proyecto REPARA 2.0 tiene por objetivos, en esta línea de investigación de reciclado de pavimentos, amarrar algunos de esos cabos sueltos. En primer lugar utilizaremos el 100 % del material reciclado, por lo que se conseguirá un proceso de residuo cero. En segundo lugar se emplearán las emulsiones que diseña la empresa Repsol, lo que permite trabajar a temperatura ambiente, pero sobre todo se rejuvenece el antiguo material envejecido; el pavimento recién construido ofrece así una flexibilidad renovada, lo que viene a ser garantía de muchos años de servicio. Además, está previsto que con nuevas formulaciones del material reciclado se consiga que el pavimento alcance pronto altas prestaciones, lo que permitirá una más rápida apertura al tráfico y mayor funcionalidad en la organización de las obras.

En fin, querido lector, ya puedes adivinar adónde voy a parar y el por qué del título de este artículo. Inventar, en cualquier época y latitud geográfica, es muy difícil. Reeditar y mejorar lo que ya existe es más asequible, aunque tampoco resulte sencillo.

Las técnicas de reciclado in situ en frío que propugna REPARA 2.0 comparten con aquellas técnicas medievales el ahorro económico que suponían. Pero las aventaja en el respeto al patrimonio, puesto que sólo se nutren de pavimentos deteriorados.

REPARA 2.0 ha partido de la tecnología de reciclado in situ en frío desarrollada en la última década, es decir, no está inventando nada a partir de cero, pero la adaptará al escenario tecnológico de hoy y la empujará a un desarrollo más pleno, atendiendo a criterios ambientales, funcionales y económicos.

Una última cuestión sería si este avance tecnológico logrará en la carretera los resultados estéticos que lograron los constructores medievales con aquellas piezas reutilizadas. En mi opinión…, no. Pero al menos, cuando viajemos para visitar esas bellas construcciones, lo haremos sobre unas carreteras que gozarán de una cualidad nada desdeñable, la solvencia técnica, que es otra forma de elevación del ser humano.